11 de Diciembre de 2014. El primer equipo del Club Atlético San Lorenzo de Almagro se sube al avión que lo lleva a Marruecos para disputar el Mundial de Clubes. La historia, la religión, las costumbres, la identidad cultural, el futbol, el mate y el cilantro están a punto de meterse en una licuadora.
En las próximas líneas trataré de describir este brebaje, agregando a la mezcla un poquito de expresión de deseo, porque en definitiva, soy hincha del Ciclón, y como estamos hablando de fútbol, “¿Qué sería del fútbol sin el hincha? El hincha es todo en la vida”, como decía Enrique Santos Discépolo en el monólogo final de su film “El hincha”, allá por comienzos de los años 50.
Tuve oportunidad de conocer Marrakech, una ciudad literalmente mágica. De mi estadía en ese lugar me traje recuerdos imborrables, y también la sensación de ser “sapo de otro pozo”, o si se quiere en términos futboleros, de haber “jugado de visitante y sólo con público local”.
Por eso me resulta increíblemente movilizador ver ahora imágenes de esos mismos lugares que visité con carteles colgando con el escudo azulgrana, con la leyenda al pie que reza en perfecto francés (resabios de la época en que el país anfitrión era colonia) “Vainqueur de la Copa Libertadores”.
El mismo lugar donde apenas podía comunicarme (el árabe me resultó difícil de aprender y definitivamente la elegancia del idioma francés no se va a llevar nunca bien con mi fonética), donde las mezquitas convocaban a la oración varias veces al día, donde los fieles (o sea todo el mundo) sacaba a relucir sus pequeñas alfombras para orar con sus narices apuntando hacia La Meca sin importar el momento o el lugar, donde no se toma alcohol, donde los bares son para hombres, donde las mujeres mas osadas solo dejan ver sus rostros y sus manos; hoy se viste de azulgrana.
Quizás entonces, si el destino me hubiese encontrado hoy en la plaza “Yamaa el Fna”, mas que sentirme “sapo de otro pozo”, me hubiera puesto a cantar el famoso estribillo que avisa, “ahí viene la hinchada, que loca que está”, para que Alá se vaya preparando, con el mayor de los respetos, a los bombos, platillos y banderas, e invitar cordialmente a los dueños de casa a cerrar el Corán aunque más no sea por un ratito, y sumarse al rito pagano de alentar al campeón de América, de la mano de la banda del Ciclón.
En este imaginario licuado, imagino entonces a las Madrazas (escuelas religiosas islámicas) de Marrakech enseñando las hazañas del profeta Mahoma a los niños, y en su puerta al Padre Lorenzo Massa jugando un picado con la Biblia debajo del brazo; a los grandes tablados festivos que todas las noches adornan con platos típicos a la plaza “Yamaa el Fna”, y en medio de ellos el infaltable puesto de choripanes, con ese humo tan característico, que tiene un poder de convocatoria superior al de cualquier religión; a mujeres locales haciendo tatuajes de Henna en las manos de sus correligionarias islámicas, y al lado a un hincha del ciclón levantándose la remera para mostrar el suyo, de tinta indeleble bien clavada debajo de la piel, con la fecha en que el gordo Ortigoza convirtió el penal mas pesado de la historia de nuestro club; a narradores de cuentos árabes (como vi hace cuatro años en mi viaje) pero sentados leyendo a sus seguidores la letra del tango “Sur” de Homero Manzi, compuesta en la esquina de San Juan y Boedo, cuna de nuestra identidad cuerva; a los pasadizos de la medina, infinitos y laberínticos, sin nombre alguno, imposibles de localizar, y en medio de ellos a los hinchas de San Lorenzo señalizando uno como punto de encuentro, con un cartel que dice “México y 33 Orientales”.
Mezclados todos los ingredientes, me queda agregar el último: mi expresión de deseo.
Ayer le dije a mi viejo que preparara dos botellas de vino, para el caso en que logremos la gloria máxima. Una para cada uno (hasta le pondría un poquito a Bautista en su vasito si quiere probar). Pero bueno, esto es futbol, y todo puede pasar.
Para jugar en otra galaxia, primero tendremos que pasar a los africanos. Crucemos los dedos, prendamos velas, compremos estampitas, pidamos a Alá, a Dios, a Yavé, a Buda o a quien sea, pero vayamos con fe, patrón común de todas las religiones: del Islam, del Judaismo, del Budismo, del Cristianismo, y por sobre todas las cosas, de la cuerva, de esa que somos sanamente fundamentalistas.
Mientras tanto disfrutemos del momento, porque el barrio de Boedo cruzó el Océano. Y no se trata de un relato bíblico, sin tener a un Moisés que nos abra las aguas, llegamos al continente africano en busca de nuestro sueño máximo. ¿Se nos hará realidad?, que se yo, solo sé que nuestra fe mueve montañas. Acomodate el pelito, ponete perfume y anotá eso Cristiano.
Vamos Ciclón
Mauro
11 de Diciembre de 2014